Crónicas de Medellín
Relatos de una rola
martes, 17 de julio de 2012
sábado, 14 de julio de 2012
Misa y buñuelos en Sabaneta
Sabaneta es, según los pedagógicos y coloridos muros de la ciudad, el municipio más pequeño de Colombia. Es tan pequeño y tan cercano a Medellín que yo alcancé a pensar que era un barrio más. Es un bonito y animado lugar custodiado por María Auxiliadora, patrona que recibe numerosas visitas todos los martes en la iglesia de Santa Ana. Según se me ha dicho, es ésta la famosa virgen a que acuden los que tienen negocios definitivamente nada lícitos. La concurrencia es impresionante. Hay misas cada hora, la gente llena los bancos de la iglesia, los pasillos y un área bastante grande alrededor del templo. La misa se dice por micrófono y el sonido es multiplicado muchas veces por unos parlantes que cuelgan de los pilares de la iglesia por dentro, y por fuera desde lo alto de sus paredes. Así se aseguran de que quienes no encontraron lugar para escuchar la misa, la puedan escuchar (muy) claramente desde afuera.
Y luego de cumplir con la piedad que se requiere un martes, todos salen a beber. El parque principal está rodeado de la iglesia y de decenas y decenas de tabernas y fuentes de soda. En los nombres de los establecimientos abunda la alusión a "lo paisa" y los ambientes envejecidos, quiero decir, sin luces de neón o baldosas brillantes, más bien maderas y colores mates. La música que suena predominantemente son las baladas de los años 60's y 70's, cuyos autores están frecuentemente retratados en los avisos y paredes de los establecimientos. Camilo Sesto y Nino Bravo son unos rostros bastante conocidos en Sabaneta. Claro que el vallenato (y el reguetón) ha logrado meterse hasta en los lugares más tradicionalmente temáticos. Las voces de Jorge Celedón, Leonardo Fabio y el párroco se mezclan en un feliz resultado que comunica a los visitantes que se puede ser muy bueno y piadoso a la vez que se diverte uno. Y no solo el parque principal, sino que casi todas las calles de Sabaneta tienen un lugar agradable al que irse a tomar un "fresco".
Una de las esquinas del parque está colonizada por una cafetería/taberna/fuente de soda en la que se venden cantidades inimaginables de los buñuelos más grandes que he visto en mi vida. Los buñuelos crudos son sacados de un carrito de azafata y lanzados por una operaria al pailón por la derecha; y por la izquierda, otra señoreta gordeta los va sacando con un cucharón grandísimo de palo.
Uno solo de estos manjares es capaz de mandar a la cama a un diabético y de inflamarle el colón a casi cualquier persona contemporánea, pero como dicen por acá, qué le hace. El plan de muchos antioqueños y turistas es darse una vuelta por el parque, asistir a la misa y salir derecho por uno de estos apetecidos buñuelos con aguapanela o con chocolate.
Todo transcurre bajo la animación general de la música y la atmósfera fresca del clima. Una de las veces que fui había instalada una tarima en que la gente del pueblo subía a interpretar canciones de pistas seleccionadas. De lo más divertido, un "yo me llamo" sabanetense.
El resultado es un paseo agradable que distrae cualquier mente ocupada en el tedioso día a día. Aguanta darse la vueltica, ver esas artesanías "tan paisas, tan paisas" y tomarse una cerveza mientras se escucha el sermón y la música plancha.
Paisanos escuchan la misa desde afuera de la iglesia en Sabaneta |
Y luego de cumplir con la piedad que se requiere un martes, todos salen a beber. El parque principal está rodeado de la iglesia y de decenas y decenas de tabernas y fuentes de soda. En los nombres de los establecimientos abunda la alusión a "lo paisa" y los ambientes envejecidos, quiero decir, sin luces de neón o baldosas brillantes, más bien maderas y colores mates. La música que suena predominantemente son las baladas de los años 60's y 70's, cuyos autores están frecuentemente retratados en los avisos y paredes de los establecimientos. Camilo Sesto y Nino Bravo son unos rostros bastante conocidos en Sabaneta. Claro que el vallenato (y el reguetón) ha logrado meterse hasta en los lugares más tradicionalmente temáticos. Las voces de Jorge Celedón, Leonardo Fabio y el párroco se mezclan en un feliz resultado que comunica a los visitantes que se puede ser muy bueno y piadoso a la vez que se diverte uno. Y no solo el parque principal, sino que casi todas las calles de Sabaneta tienen un lugar agradable al que irse a tomar un "fresco".
Una de las esquinas del parque está colonizada por una cafetería/taberna/fuente de soda en la que se venden cantidades inimaginables de los buñuelos más grandes que he visto en mi vida. Los buñuelos crudos son sacados de un carrito de azafata y lanzados por una operaria al pailón por la derecha; y por la izquierda, otra señoreta gordeta los va sacando con un cucharón grandísimo de palo.
Uno solo de estos manjares es capaz de mandar a la cama a un diabético y de inflamarle el colón a casi cualquier persona contemporánea, pero como dicen por acá, qué le hace. El plan de muchos antioqueños y turistas es darse una vuelta por el parque, asistir a la misa y salir derecho por uno de estos apetecidos buñuelos con aguapanela o con chocolate.
Todo transcurre bajo la animación general de la música y la atmósfera fresca del clima. Una de las veces que fui había instalada una tarima en que la gente del pueblo subía a interpretar canciones de pistas seleccionadas. De lo más divertido, un "yo me llamo" sabanetense.
El resultado es un paseo agradable que distrae cualquier mente ocupada en el tedioso día a día. Aguanta darse la vueltica, ver esas artesanías "tan paisas, tan paisas" y tomarse una cerveza mientras se escucha el sermón y la música plancha.
martes, 10 de julio de 2012
Semana Cultural de Envigado
Hace pocas semanas tuve la decepcionante experiencia de ver cerrada una biblioteca pública en Envigado a las 5 de la tarde. La razón es que como los niños están en vacaciones, se reduce en varias horas el servicio de la biblioteca; como si las bibliotecas públicas solo se utilizaran para hacer tareas o para ir de excursión con la profesora; como si no existiera otro público que el escolar.
Mi descontento aumentó al visitar las 2 librerías que se encuentran en el parque principal. La más grande no es en realidad una librería sino un expendio de santos y de camándulas, y no miento al decir que en el portón dice muy claramente y en un tamaño nada despreciable "Librería". La otra librería consiste en una canasta de aluminio con un montón de material reciclable adentro, de la que sobresale un letrero que dice "todo a 1000".
Hoy sin embargo, el panorama cambió drásticamente. Para empezar, me di cuenta de que hay algunos cafés bastante respetables donde la gente se reúne a tocar instrumentos y a cantar de la forma más alegre. Además de que es muy animado, la música que tocan es muy bonita y tradicional. Por otra parte, se celebra la semana cultural de Envigado, de lo cual tuve conocimiento recorriendo una de sus calles principales, la calle donde está la alcaldía, que además es peatonal.
Había ruido, sillas plásticas, una tarima alta, luces y mucha gente. Nada diferente de lo que se puede encontrar en un bazar o un bingo. Pero al acercarme noté que se trataba de un recital de poesía donde unas señoras elegantes declamaban magníficamente. El sonido era muy bueno y la noche despejada y fresca, en suma, todo muy agradable.
Cuando terminó la poesía empezó un acto de danza transgenero en el que dos muchachos y dos muchachas bailaban de una manera muy desenvuelta y sugerente. Lo que me sorprendió es que este espectáculo -igual que el recital de poesía- fuera auspiciado por la alcaldía local. Más concretamente, todo fue organizado por la Secretaría de Equidad de Género de Envigado. El impacto que estas iniciativas deben tener en la conciencia de los ciudadanos no debe ser poco. Desde mi punto de vista, este tipo de actividades promueven la tolerancia entre la gente y ayudan a abrir la mente de los que piensan que para el amor solo hay una única opción. Además era muy interesante ver que la mayoría de las personas atraídas por el espectáculo sobrepasaban cierta edad no tan lozana, donde uno esperaría mayor antipatía por el homo/bi/trans/...sexualiasmo.
Mañana la poesía tendrá el tema de la afrodescendencia y será en la Casa de la Cultura. Seguramente habrá tanta afluencia como hoy. Habrá que seguir viendo que más contendrá esta semana de la cultura, pero por lo pronto diré que mi desilusión quedó mitigada, pues ahora veo que en Envigado hay más que hacer aparte de ir a misa, al parque o a la taberna.
viernes, 6 de julio de 2012
Última hora
Informo que para mi desgracia y la de los demás proletarios de Medellín, el metro acabó de subir 50 pesos, quedando un viaje integrado en la exorbitante suma de ¡$2250!
¿Qué bus me sirve para...?
- Señor, ¿desde acá, qué bus me sirve para Envigado?
- Cecilia, hazme un favor, ¿en qué estación del metro me bajo para ir a Viscaya? ¿o me sirve un bus?
En todos los casos la respuesta es negativa. Según los pobladores del mundo paisa, nada me sirve, la mejor opción es un taxi, o quizás hacer una parte del trayecto en metro y el resto en taxi. Además, me he encontrado con que muy frecuentemente desconocen las rutas integradas del metro, y que mucho más frecuentemente desconocen por completo el sistema de metroplus (como un transmilenio), que es utilísimo porque empata con el metro y amplía mucho su cobertura, y creo que la razón de este desconocimiento es lo que yo llamaría la cultura del "puerta a puerta", que a continuación paso a explicar:
Aparte de las noches, cuando de vez en cuando se ve gente haciendo ejercicio en las calles, los paisas, por regla general, no quieren dar ni un paso. Si el bus o el metro no lo deja a uno justo al frente o muy cerca del lugar a donde va, entonces ese medio no sirve.
Para mi sorpresa, el sistema de transporte sirve mucho más de lo que ellos creen. Aveces nisiquiera hay necesidad de tomar las rutas integradas porque caminando se puede hacer perfectamente el trayecto.
Tampoco en los centros comerciales quieren caminar. Esperan eternidades a que un ascensor llegue con tal de no subir (¡o bajar!) las escaleras. En el edificio del Palacio de Justicia se forman filas tan largas como cuadras y cuadras de ejecutivos que quieren tomar el ascensor. Yo no creía cuando los escuché decir que preferían madrugar más con tal de tomar el ascensor con tiempo en vez de subir las escaleras, pero ahora me parece increíble no haberles creído.
Y hay que ver las estaciones de metro que tienen escaleras eléctricas: en las horas pico van montados de a cuatro o cinco personas en cada escalón mientras que por las escaleras tradicionales el polvo es mecido tranquilamente por la brisa.
Hasta para entrar a la casa se evita caminar: los taxis entran directamente hasta las casas o edificios para dejar a sus pasajeros, nada de entrar solo hasta la portería.
Pero además de la exigencia del "puerta a puerta" sus opciones de transporte se ven empobrecidas por el hecho de que consideran que Medellín es un lugar muy peligroso (opinión de la que yo disiento, para ser sincera). Varias veces me han dicho que no me meta por tal lado, que por aquel sí pero después de las 5 no, que por tal otro sí pero acompañada, que debajo de ese puente no, que por encima ya tardecito es maluco, etc. En todos los casos he encontrado estas advertencias desproporcionadas, ¡exageradísimas!. Claro es que se debe andar uno con sus prevenciones, pero esas prevenciones no pueden estar ligadas a semejante grado de fatalidad, a un miedo tan irreal.
Con todo, no podía faltar la señora que me viniera a regañar:
-Atención señores, vagón 1, Clave A- empezó a gritar el metro una y otra vez.
Apenas paró en la estación de el Poblado vi que la gente salía del primer vagón del tren y que había mucho movimiento. El metro no dejaba de repetir lo de la Clave A. Y le digo a una señora:
- ¿Qué será señora, será que cogieron a un ladrón? Porque está claro que no se están dirigiendo a los pasajeros. Y mire ese alboroto.
- ¿Usted de dónde es? ¿Usted es bogotana? - me pregunta con esa "S" tan marcada
- Sí.
- ¡No, niña!, ¡Clave A puede ser cualquier cosa! ¿Por qué insisten tanto en que Medellín es una ciudad insegura? ¡Eh!
Aparte de las noches, cuando de vez en cuando se ve gente haciendo ejercicio en las calles, los paisas, por regla general, no quieren dar ni un paso. Si el bus o el metro no lo deja a uno justo al frente o muy cerca del lugar a donde va, entonces ese medio no sirve.
Para mi sorpresa, el sistema de transporte sirve mucho más de lo que ellos creen. Aveces nisiquiera hay necesidad de tomar las rutas integradas porque caminando se puede hacer perfectamente el trayecto.
Tampoco en los centros comerciales quieren caminar. Esperan eternidades a que un ascensor llegue con tal de no subir (¡o bajar!) las escaleras. En el edificio del Palacio de Justicia se forman filas tan largas como cuadras y cuadras de ejecutivos que quieren tomar el ascensor. Yo no creía cuando los escuché decir que preferían madrugar más con tal de tomar el ascensor con tiempo en vez de subir las escaleras, pero ahora me parece increíble no haberles creído.
Y hay que ver las estaciones de metro que tienen escaleras eléctricas: en las horas pico van montados de a cuatro o cinco personas en cada escalón mientras que por las escaleras tradicionales el polvo es mecido tranquilamente por la brisa.
Hasta para entrar a la casa se evita caminar: los taxis entran directamente hasta las casas o edificios para dejar a sus pasajeros, nada de entrar solo hasta la portería.
Pero además de la exigencia del "puerta a puerta" sus opciones de transporte se ven empobrecidas por el hecho de que consideran que Medellín es un lugar muy peligroso (opinión de la que yo disiento, para ser sincera). Varias veces me han dicho que no me meta por tal lado, que por aquel sí pero después de las 5 no, que por tal otro sí pero acompañada, que debajo de ese puente no, que por encima ya tardecito es maluco, etc. En todos los casos he encontrado estas advertencias desproporcionadas, ¡exageradísimas!. Claro es que se debe andar uno con sus prevenciones, pero esas prevenciones no pueden estar ligadas a semejante grado de fatalidad, a un miedo tan irreal.
Con todo, no podía faltar la señora que me viniera a regañar:
-Atención señores, vagón 1, Clave A- empezó a gritar el metro una y otra vez.
Apenas paró en la estación de el Poblado vi que la gente salía del primer vagón del tren y que había mucho movimiento. El metro no dejaba de repetir lo de la Clave A. Y le digo a una señora:
- ¿Qué será señora, será que cogieron a un ladrón? Porque está claro que no se están dirigiendo a los pasajeros. Y mire ese alboroto.
- ¿Usted de dónde es? ¿Usted es bogotana? - me pregunta con esa "S" tan marcada
- Sí.
- ¡No, niña!, ¡Clave A puede ser cualquier cosa! ¿Por qué insisten tanto en que Medellín es una ciudad insegura? ¡Eh!
domingo, 1 de julio de 2012
Transporte.-Cultura Metro
Por mi ubicación, he debido utilizar el Metro cada día de mi estadía en Medellín.
La frecuente opinión de los bogotanos de que el metro de Medellín es un armatoste horrible que cruza toda la ciudad afeandola es, creo yo, equivocada. En primer lugar, es reconfortante ver el viaducto del metro a lo lejos cuando uno anda bien perdido en las curvilíneas calles y carreras de la ciudad. Por otra parte, el que sea en su mayor parte aéreo hace que el trayecto sea de lo más agradable y que se pueda conocer un poco la ciudad mientras uno se transporta, lo que no pasaría con un tren subterráneo. Además, he notado que por donde pasa el metro la ciudad es más bonita y ordenada. Inclusive las zonas que recorre el metrocable son mucho más agradables en sus cercanías.
A propósito, no sé cómo hacía la gente que vive en esos lugares tan escarpados para llegar a sus casas antes de que existiera el cable. Me dijeron que algunos buses iban hasta allá, pero creo que de muy poco servirían, porque son tantas las escaleritas, los recovecos y los caminos angostos y empinados -del ancho de un andén-, que es imposible que los buses pudieran acercar mucho a la gente. Supongo que el metro ha integrado a los habitantes de Medellín. ¿Por qué difíciles trabajos debía pasar esa gente para subir un mercado? ¿para ir a trabajar? La ciudad estaba muy lejos de ellos. La exclusión total. Pero hoy el metrocable sube lejos, lejos, por el mismo precio, llegando incluso a otros municipios.
Y hablando de precios, el Metro es caro; es caro para la distancia que recorre, además se cobra por los buses alimentadores. Eso me parece injusto conmigo, y más teniendo en cuenta que el transporte público en Bogotá acabó de bajar en una cantidad nada despreciable.
Si uno compra el viaje en Metro, el sencillo, le cuesta 1850 pesos, y si lo compra intregado (con el bus alimentador) como hago yo, le cuesta ¡2200 pesos!. Claro que con la tarjeta Cívica el viaje sencillo en metro cuesta 1600, pero nótese que si uno utiliza la tarjeta cívica, el bus alimentador cuesta 1400 pesos, es decir, el viaje completo sale por un total de 3000 pesos. No sé los detalles de la amortización del Metro, la gente en la calle dice que se ha pagado como 4 veces y que todavía se debe. Pero teniendo en cuenta el poco personal que utiliza y el hecho de que no gasta combustible, debe ser por el pago de esa deuda que se carga al pasajero con semejante precio. Y ni hablar del taxi, cuya tarifa mínima son 4400 pesos.
Por lo demás, tanto el metro como el metroplus (una especie de Transmilenio paisa), son completamente limpios, ventilados, espaciosos, fáciles y rápidos. Me parece que a partir del sistema de transporte el gobierno local pretende civilizar a la gente, y ha funcionado. El metro habla todo el tiempo y le recuerda a uno cómo debe comportarse; la voz del metro tiene un tono que no se define entre darle a uno ordenes o consejos. Dice, por ejemplo, "si vamos a toser o a estornudar, no lo hagamos encima de los demás...", "las barandas son para sostenerse, no para recostarse", o "recuerde que si va a hablar por teléfono, no lo va a hacer con todos los usuarios que van en el metro, manejar un tono de voz bajo protege su intimidad", y muchos otros consejos-ordenes que después son repetidos en inglés, de modo que nisiquiera los extranjeros se salvan de sus enseñanzas. Debo añadir también que cada vez escucho ordenes-consejos diferentes en el metro, parecen inagotables. Me encantaría que el Transmilenio en Bogotá también hablara para dar ordenes-consejos a los usuarios, por ejemplo: "recuerde que no debe usted sentarse en el fuelle" una y mil veces, y que incluso llegara a ser más radical.
La frecuente opinión de los bogotanos de que el metro de Medellín es un armatoste horrible que cruza toda la ciudad afeandola es, creo yo, equivocada. En primer lugar, es reconfortante ver el viaducto del metro a lo lejos cuando uno anda bien perdido en las curvilíneas calles y carreras de la ciudad. Por otra parte, el que sea en su mayor parte aéreo hace que el trayecto sea de lo más agradable y que se pueda conocer un poco la ciudad mientras uno se transporta, lo que no pasaría con un tren subterráneo. Además, he notado que por donde pasa el metro la ciudad es más bonita y ordenada. Inclusive las zonas que recorre el metrocable son mucho más agradables en sus cercanías.
A propósito, no sé cómo hacía la gente que vive en esos lugares tan escarpados para llegar a sus casas antes de que existiera el cable. Me dijeron que algunos buses iban hasta allá, pero creo que de muy poco servirían, porque son tantas las escaleritas, los recovecos y los caminos angostos y empinados -del ancho de un andén-, que es imposible que los buses pudieran acercar mucho a la gente. Supongo que el metro ha integrado a los habitantes de Medellín. ¿Por qué difíciles trabajos debía pasar esa gente para subir un mercado? ¿para ir a trabajar? La ciudad estaba muy lejos de ellos. La exclusión total. Pero hoy el metrocable sube lejos, lejos, por el mismo precio, llegando incluso a otros municipios.
Y hablando de precios, el Metro es caro; es caro para la distancia que recorre, además se cobra por los buses alimentadores. Eso me parece injusto conmigo, y más teniendo en cuenta que el transporte público en Bogotá acabó de bajar en una cantidad nada despreciable.
Si uno compra el viaje en Metro, el sencillo, le cuesta 1850 pesos, y si lo compra intregado (con el bus alimentador) como hago yo, le cuesta ¡2200 pesos!. Claro que con la tarjeta Cívica el viaje sencillo en metro cuesta 1600, pero nótese que si uno utiliza la tarjeta cívica, el bus alimentador cuesta 1400 pesos, es decir, el viaje completo sale por un total de 3000 pesos. No sé los detalles de la amortización del Metro, la gente en la calle dice que se ha pagado como 4 veces y que todavía se debe. Pero teniendo en cuenta el poco personal que utiliza y el hecho de que no gasta combustible, debe ser por el pago de esa deuda que se carga al pasajero con semejante precio. Y ni hablar del taxi, cuya tarifa mínima son 4400 pesos.
Por lo demás, tanto el metro como el metroplus (una especie de Transmilenio paisa), son completamente limpios, ventilados, espaciosos, fáciles y rápidos. Me parece que a partir del sistema de transporte el gobierno local pretende civilizar a la gente, y ha funcionado. El metro habla todo el tiempo y le recuerda a uno cómo debe comportarse; la voz del metro tiene un tono que no se define entre darle a uno ordenes o consejos. Dice, por ejemplo, "si vamos a toser o a estornudar, no lo hagamos encima de los demás...", "las barandas son para sostenerse, no para recostarse", o "recuerde que si va a hablar por teléfono, no lo va a hacer con todos los usuarios que van en el metro, manejar un tono de voz bajo protege su intimidad", y muchos otros consejos-ordenes que después son repetidos en inglés, de modo que nisiquiera los extranjeros se salvan de sus enseñanzas. Debo añadir también que cada vez escucho ordenes-consejos diferentes en el metro, parecen inagotables. Me encantaría que el Transmilenio en Bogotá también hablara para dar ordenes-consejos a los usuarios, por ejemplo: "recuerde que no debe usted sentarse en el fuelle" una y mil veces, y que incluso llegara a ser más radical.
miércoles, 27 de junio de 2012
Presentación
-Eh, pero usted si es que no responde, ni mira, ni nada ¿no? Siga así mijito y verá que van a creer que usted es uno de esos rolos malucos.
Pero lo que no sabía aquella muchacha de identificable acento, era que justo al frente me tenía a mí, una rola maluca, escuchándole, escuchándole cómo después de su breve caracterización de lo que es un bogotano, seguía despotricando de mi ciudad como si le hubiera hecho algo, o qué sé yo.
Van tres semanas y aún no entiendo el por qué de la bronca que los paisas le cargan a Bogotá, ni tampoco el que me lo digan de frente, como si no me debiera importar. Pero no hay que dejarse llevar de estos detalles. Los paisas son, en su mayoría, gente muy formal, como dicen ellos.
Y acá me tienen, toda una rola maluca descubriendo su mundo paisa, mirando sus costumbres, andando por sus calles y luchando por salvar mi acento.
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